El transcurrir de los meses que hemos permanecido en confinamiento y aislamiento social preventivo ante el COVID-19, nos ha traído al Iner importantes aprendizajes para continuar con nuestras labores mientras cuidamos de la salud de nuestras familias y nuestra comunidad educativa. No han sido poco los retos que nos ha planteado la transformación de la presencialidad como mecanismo predilecto de las relaciones de enseñanza-formación-investigación-construcción de conocimientos, particularmente por la arraigada vocación participativa de nuestro Instituto que implica una relación de intercambio, colaboración y contacto cercano con estudiantes y habitantes de territorios diversos en los que tienen lugar nuestros proyectos. Sin embargo, hemos comprendido la condición vital del aislamiento como una restricción a las formas tradicionales de interacción y, en consecuencia, como un reto para la proposición de renovadas formas de cercanía que habiliten seguir haciendo educación superior pública de calidad, pertinente e incluyente. Para ello, nuestro profesorado y equipo administrativo, apoyados en el acompañamiento ofrecido desde la administración central de la Universidad, han integrado en su trabajo desde casa diversas herramientas tecnológicas y se han capacitado en la aplicación de las mismas a la docencia y a la investigación, además, nos esmeramos en fortalecer el vínculo afectivo para el trabajo en grupo, apoyados en acompañamiento profesional de Bienestar Universitario y apuntalados en la memoria de nuestro Instituto como un “buen lugar para trabajar, para reconocer y ser reconocidos en nuestro ser”.