Editorial
Por: Claudia Puerta Silva, directora INER.
Foto: Maria Teresa Arcila
Nos encontramos en un momento de giro que, aunque ya lleva algunos años, cada vez sentimos más cerca de nuestro quehacer investigativo y académico. Se trata de los estándares de medición y calificación de los llamados productos de investigación. Las tramas de las variables que dominan los sistemas de medición y calificación que hoy son acogidos por nuestro sistema nacional de ciencia y tecnologÃa, asà como por nuestra Universidad de Antioquia, nos someten a varios esquemas sobre lo que es la ciencia, quién la hace, para quién se hace y por qué se hace.
Cuando me refiero a tramas me refiero que no son necesariamente las variables que se pueden seleccionar para establecer ponderaciones sobre la calidad del producto, su visibilidad, su circulación, su impacto, etc. Se trata del peso que se le dé a dichas variables y el tipo de modelo que las articula. Existen tantas variables como asuntos puedan ser pertinentes en términos de entender un producto: sus impactos en términos académicos, como sociales, polÃticos, económicos, culturales. Su calidad y legitimidad con base en el proceso investigativo o método seleccionado, enfoque teórico, pares validadores, lectores que lo aprovechan, ciudadanos, empresas, gobiernos que lo utilizan, etc. Su visibilidad podrÃa estar relacionada con los usuarios que tiene, la cantidad de circuitos por los que se comunica, los lugares desde donde se accede, en fin.
El problema no es tanto que existan unas variables de medición y calificación de nuestros productos de investigación, sino que dichas variables hayan sido seleccionadas y relacionadas con base en modelos excluyentes, homogenizadores, sospechosos de la veracidad de la información y desconocedores de las prácticas diversas. Me refiero a que en algunos de ellos, como los aplicados más recientemente en nuestra Universidad, se excluyen los artÃculos publicados en revistas que no se encuentran en ciertos circuitos, aislando los artÃculos reconocidos de públicos importantes para el propósito de impacto que la investigación quiere tener. O se desconoce que la investigación no se hace en el ámbito de una relación contractual. Es un proceso que tiene más bien una dinámica orgánica en la cual la interacción del conocimiento no se limita a la vida administrativa de los proyectos. Con la exigencia de que nuestro sistema nacional de ciencia y tecnologÃa solo reconoce a investigadores con vinculación contractual con las entidades académicas, estamos dejando por fuera estudiantes o investigadores en formación recién egresados, investigadores jubilados, investigadores asociados a los grupos que se mantienen en ellos y apoyan sus actividades independientemente de si les pagan o no por ello.
Si todas estas medidas tienen como fin regularizar la investigación, normalizarla, alinearla con supuestos estándares internacionales, pierden el tiempo y nos lo hacen perder a nosotros. En todo el mundo, investigadores que laboran en aún mejores condiciones que las nuestras resienten el efecto nefasto que tiene la medición y la burocratización de la investigación y la comunicación del conocimiento. Competencia, selección perversa de circuitos de publicación, dependencia financiera del sector privado, nos harán perder de vista la colaboración, la responsabilidad social y ciudadana que tenemos con el conocimiento, pero sobre todo, nos harán perder autonomÃa, creatividad y pasión por lo que mejor hacemos.