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Editorial

Por: Vladimir Montoya Arango

Director Instituto de Estudios Regionales

 

Foto: Alicia Reyes

De la ética y compromiso en la producción de conocimiento

Aquel que hoy muchos reconocemos como maestro y a cuya memoria y legado debe la ciencia social profundos debates que han producido transformaciones en los horizontes de pensamiento y en la praxis metodológica, Orlando Fals Borda, ideólogo de una ciencia social de raíz latinoamericana, reflexionó antes de su muerte sobre los avatares de la investigación acción participativa y afirmó: “Aquella propuesta de “investigar la realidad para transformarla” por la praxis, que algunos articulamos en la década de 1970 en países de Tercer Mundo, ha empezado a institucionalizarse. ¿Es esto avance o retroceso?” (Fals Borda, 2013: 96).

Su pregunta final es inquietante. Tras las luchas para mantener la autonomía del pensamiento crítico, la aparente aquiescencia con las metodologías participativas que manifiestan en los últimos años algunos sectores institucionales otrora reacios a la inclusión, a la deliberación y partidarios de posturas hegemónicas frente a los saberes y conocimientos considerados subalternos, abre la necesidad de indagar si son estas vías participativas verdaderos caminos para la democratización de la producción de conocimiento o, por el contrario, son sendas propicias para mecanismos hegemónicos que cooptan el saber local mientras se ufanan de su actitud abierta a la escucha.

En el presente Boletín del Instituto de Estudios Regionales encontraremos de diversas maneras este debate. En los fríos y biodiversos territorios del Parámo de Sonsón, en las calles del Barrio La Gabriela en el Municipio de Bello, en los trabajos con empresas privadas y con instituciones gubernamentales, así como en los espacios de formación de nuevos investigadores y de interacción con públicos amplios, los investigadores y profesores del Instituto de Estudios Regionales nos mostrarán que las implicaciones de la producción de conocimiento hoy en nuestros territorios en la interacción con actores diversos, nos deja lecciones y nos plantea retos a los que nos esforzamos en responder responsablemente. Si no todo conocimiento social es emancipatorio, son el talante crítico y la ética en su producción los criterios irrenunciables.

Como veremos en este Boletín, imaginar y contribuir a la producción de «territorios deliberantes», informados y conscientes del valor de sus conocimientos, memorias y saberes, es quizás el mayor compromiso de una sociedad que tiene hoy la paz como horizonte y es también la línea que articula las experiencias, la ética y el compromiso del INER en la producción de conocimiento. Espero que nuestros lectores puedan avivar con sus interrogantes y experiencias dicha imaginación…    

Referencias:

Fals, O. (2013). Socialismo raizal y el ordenamiento territorial. Bogotá: Ediciones desde abajo.    

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